martes, 18 de marzo de 2014

Perderse para encontrarse

Se las llamaba “canciones de retorno”. Su sonido inundaba las rutas de migraciones forzadas de las poblaciones de las orillas del Alto Nilo. Los exiliados cantaban a lo que dejaban atrás: sus casas, sus tierras, su origen; ocupado ahora por grandes grúas y hormigón. Entre 1960 y 1970 se construyó la presa alta de Aswan, una nueva obra faraónica que supondría el desplazamiento de un gran número de egipcios a distintos puntos de Sudán. Se olvidaron estas canciones en la medida en que cantaban a un retorno que nunca sucedió. Una identidad ahogada en una presa que ahora sale a flote en forma de memoria colectiva, a través de la música de los sudaneses Alsarah & The Nubatons.

Presa alta de Aswan.-
En 1956 el gobierno egipcio de Gamal Abdel Naser anunció la construcción de una nueva presa en Aswan. El motivo: los desbordamientos que se producían cada año en esta parte del río, cuando el agua que procedía de Uganda y Sudán fluía durante los meses de verano. Hasta ese momento, esto no había supuesto problema alguno. Todo lo contrario: dejaban un rico pasto de nutrientes que creaba una tierra muy fértil, ideal para la agricultura, la base económica de esta población. Pero con el tiempo, las crecidas del río se volvieron impredecibles y ni la presa baja, ya existente desde 1902, podía controlarlas. Entonces, las cosechas empezaron a menguar hasta sembrar el hambre. De ahí, que se construyera la presa alta de Aswan, denominada El saad al Aali.

Su objetivo no era sólo controlar las crecidas del Nilo, esta presa estaba pensada para obtener energía a través de producción hidroeléctrica y para ello había que modificar el entorno físico de este ecosistema milenario. Las consecuencias negativas para el medioambiente fueron muchas, también para la economía local, ya que la presa finalmente no contribuyó a la conservación del terreno agrícola. Pero sí trajo, por primera vez, la conexión eléctrica a la mayoría de las zonas rurales de Egipto. No a las de aquellos que vivían donde se construyó la presa, claro, porque ya no quedaba nadie. Sus habitantes fueron el daño colateral de este avance a la modernidad.


Varias generaciones después, la cantante sudanesa Alsarah acompañada por la banda The Nubatons, han trabajado conjuntamente en un proyecto musical titulado ‘Silt’. Un álbum que pretende revivir las canciones compuestas en la expulsión de los habitantes de las orillas del Alto Nilo. Un canto a las raíces perdidas, que es también la evidencia de que en la búsqueda de la identidad (al contrario de lo que ocurrió en la construcción de la presa de Aswan) la conexión entre los orígenes y la modernidad suena bien. Por eso se dice que hay que perderse para encontrarse.

* Puedes escuchar aquí el último trabajo de Alsarah & The Nubatons: https://wonderwheelrecordings.bandcamp.com/album/silt

martes, 11 de marzo de 2014

Una imagen vale más que mil palabras (más que nunca)

“Lo importante es ver aquello que resulta invisible para los demás”. Esta frase, del fotógrafo Robert Frank, retrata a la perfección el tema de hoy: la migración en el fotoperiodismo. Acostumbrados como estamos a que las migraciones nos resulten lejanas, aunque la tengamos en nuestra calle, ciudad, costa o detrás de la frontera. Los migrantes son como extraterrestres, vienen de una realidad paralela. Nos lo imaginamos casi sin nada, mucho menos con móviles (¿cómo van a tenerlo si apenas tienen para subsistir?). Como si de un flashazo se tratara, el estadounidense John Stanmeyer, nos deslumbra con la aplastante realidad de su instantánea ‘Señales’, una fotografía que muestra la inmigración como nunca antes se había visto y que ha sido reconocida por la máxima distinción del fotoperiodismo mundial: la World Press Photo, que este año ha concedido su primer premio a esta imagen tomada en África.

Apenas se les ve. Son sombras, siluetas delineadas por una brillante luna llena. Son personas con la mano alzada, apuntando con sus teléfonos móviles al cielo. Al fondo el mar. Están en una playa y buscan cobertura. Así ha retratado el fotógrafo John Stanmeyer a un grupo de africanos procedentes de distintos países que han coincido en la costa de Yibuti, en el Cuerno de África.

Es la última parada antes de dejar tierra y pasar a enfrentarse al Océano, así que estas personas hacen lo que haríamos todos, contactar con nuestros seres queridos. Y lo hacen como hoy en día haríamos todos, a través del móvil. De ahí que tengan el teléfono en alto, quieren encontrar señal para despedirse. Por ello su título Señales, que indica también el lado más humano de la migración. Una imagen que no han sido capaces de reflejar las más de mil palabras que se han dedicado a este fenómeno que los medios de comunicación tienden a criminalizar con expresiones como ‘invasión de inmigrantes’ o ‘llegada masiva de ilegales’.

Esta nueva visión de la inmigración le ha valido a Stanmeyer el premio a la mejor fotografía del World Press Photo 2014. Una imagen escogida de entre cerca de 100.000 porque, en palabras de Susan Linfield, una de los miembros del jurado, “dignifica” a los migrantes, al tiempo que, según  ha destacado Jillian Edelstein, otro de sus miembros, relaciona “tecnología, globalización, migración, pobreza, desesperación, alienación y humanidad”. Todo eso. Y es cierto. África es contraste. Es miseria y nuevas tecnologías. Es riqueza y es hambre. Son empresas que llegan y personas que se van.

Migrantes en una playa de Yibuti, febrero de 2013 / J.STANMEYER, NATIONAL GEOGRAPHIC.-

lunes, 3 de marzo de 2014

Los carnavales de África: La cara oculta de las mascaras africanas

Llegó el carnaval. La calle se viste de fiesta y la vista, el oído y el cuerpo entero se deleitan al ritmo de vivos colores, baile, música y crítica social. Los carnavales son para desinhibirse. De hecho, aunque no en todo el mundo se celebra antes de la cuaresma cristiana, el origen del carnaval es siempre el de las fiestas paganas. Una festividad que se remonta a más de cinco mil años y que se exporta de África al mundo.

Calabar Carnival (Nigeria).-
Han oído bien, el carnaval tiene su origen en las fiestas paganas del antiguo Egipto y Sumaria, desde donde serían acogidas por el Imperio romano para más tarde expandirse por Europa y llegar hasta América de mano de los navegantes españoles y portugueses en el siglo XV. Así es como los carnavales dan la vuelta al mundo para volver a África cientos y cientos de años más tarde, ya no como celebración en honor a los dioses, sino como fiesta de expresión cultural, burla al poder establecido y también para promover el turismo.

Carnaval de Mindelo (Cabo Verde).-
En las últimas décadas, varios países africanos han llevado el carnaval a sus ciudades como medida para atraer  a los turistas. Es el caso del Calabar Carnival de Cross River, en Nigeria, o del Carnaval de Johannesburgo, en Sudáfrica, ambos celebrados en el mes de diciembre. También están destinados a fines turísticos el Carnaval Internacional de Victoria, en las islas Seychelles; el Carnaval de Kigali, en Ruanda; o los carnavales celebrados en los países donde instauraron sus metrópolis africanas los portugueses: Guinea-Bissau, Angola, el carnaval de Queilimane, en Mozambique o el de Mindelo, en Cabo Verde. Estos dos últimos con un marcado toque africano que se percibe, sobre todo, a través de su música, que es totalmente autóctona. En cualquier caso, además de para incrementar sus ingresos, todos ellos sirven para dar a conocer las muestras culturales de estos países mediante la artesanía y la danza de cada uno de ellos.

Sin embargo, el carnaval volvió a África mucho antes de que ésta pudiera concebirse como destino turístico. En Mindelo, sin ir más lejos, comenzó ya en el siglo XVIII. Como también lo hizo en Trinidad y Tobago, cuando la isla era territorio galo. Armados con el ritmo del calypso, los trinitarios plantaban cara a golpe de música y baile a la opresión colonial de Francia, la esclavitud a la que les sometían y a la represión de los religiosos que reprobaban la celebración de esta festividad, que suponía que una vez al año, bajo la protección de una máscara, no mandara más norma que la del todo vale.

Entonces, cuando suponía el rechazo al orden establecido; como ahora, cuando es utilizado para fines turísticos; los carnavales africanos sirven para hacer visible a los que vienen de fuera del continente una identidad propia que tiene tantas caras como máscaras hay en esta celebración. Al fin y al cabo, los disfraces de carnaval son usados en todo el mundo para revelar una personalidad oculta, que en África, más bien, ha sido silenciada.

Carnaval de Trinidad/A. De Silva (REUTERS).-

martes, 25 de febrero de 2014

Muñecas para reforzar la identidad

Un día un hombre fue a comprar un regalo a su sobrina. Quería que aprendiera jugando, quería que la pequeña cuidara de su juguete, que le cogiera cariño y se sintiera identificado con él. Pensó en una muñeca y con esta idea fue a una juguetería. No encontró ninguna que se pareciera a su sobrina. Todas vestían como los turistas, todas tenían el pelo liso. Ninguna muñeca era negra. No dejó ni una juguetería de su ciudad por visitar. Nada. Ni una sola muñeca se parecía ni siquiera a las mujeres de su país. ¿Cómo iba a identificarse una niña con un juguete que nada tenía que ver con ella? Al hombre le preocupaba que su sobrina aprendiera a cuidar un objeto que nada se parecía a su entorno, a su cultura, y le puso solución. Este hombre es Taofick Okoya, el creador de las Reinas de África.

T. Okoya en su taller/ FOTOGRAFÍA DE REUTERS.-
La Reina de África (o Queens of Africa, como se ha dado a conocer) tiene su origen en Nigeria. Es una muñeca negra que viste los trajes tradicionales de los tres grupos étnicos mayoritarios del país: los Hausa, los Yoruba y los Igbo. Hace siete años que Okoya puso esta idea en marcha para combatir los estereotipos impuestos por la globalización que proyectan en los más pequeños la percepción de que los cánones de belleza son los que marca Occidente. 

Hoy factura entre 200 y 300 muñecas al día en su país y más de seis mil unidades al mes en todo el mundo. Una cantidad que ha llevado a que, en Nigeria,  la Reina de África destrone a la Barbie. Así es, desde su taller situado en el barrio de Surulere, en Lagos, el diseñador nigeriano ha logrado desbancar a Mattel, la compañía de juguetes norteamericana (la segunda más grande del mundo) que, aunque fabrica muñecas negras desde hace décadas, tiene una presencia muy limitada en el continente negro.

FOTO: REUTERS.-

FOTO: REUTERS-
FOTO: queensofafrica.com











Todo apunta a que la muñeca negra será la soberana de las jugueterías africanas. De hecho, su fabricante ya está en conversaciones con una cadena sudafricana para vender su juguete en setenta puntos distintos de África. Por ello, el siguiente paso que contempla Okoya es diseñar trajes de otras etnias del continente. Pero además, para cuando la marca esté más asentada, planea hacer muñecas de cuerpo más grueso. Una iniciativa en la que ya fracasó al no encontrarle salida en el mercado, pero de la que no desiste en su empeño de reflejar que la realidad no sigue un único patrón y que tiene tantas formas como identidades.

La magia de los juguetes reside en su capacidad de proyectar hábitos en los niños. Algo tan simple como un muñeco tiene el poder de reforzar una identidad que ha sido mellada primero por la colonización y ahora por la globalización. Al fin y al cabo, quienes hoy juegan pueden contribuir a descolonizar las mentes porque ellos son futuro en miniatura.

FOTOGRAFÍA DE OXFAM/WIKIMEDIA COMMONS.-
*Puedes escuchar esta crónica en el último programa de 'Ahora África', emitido por Radiotelevisión Canaria: http://www2.rtvc.es/television/Multimedia/Ahora%20%C3%81frica-8148/22-02-2014-176.aspx#.UwzDH2J3IWE

jueves, 20 de febrero de 2014

Elegancia como respuesta a la pobreza: Los sapeurs

Aparece en un escenario un grupo de congoleños y una cerveza irlandesa, ¿cómo se llama la película? La película es en realidad un anuncio, el de la famosa cerveza Guinness, que se traslada de Irlanda a la República del Congo para darle protagonismo a los sapeur: un grupo de hombres que enarbolan la elegancia como bandera de un país donde reina lo austero, la marca de la pobreza.


“Cuando un sapeur va bien vestido la gente olvida sus problemas”, dice uno de los protagonistas del último anuncio de Guinness. Este congoleño es miembro de la Sociedad de Creadores de Ambiente y Personas Elegantes, la SAPE, hoy una subcultura que se remonta a los días coloniales de Brazzaville, cuando la ciudad era la capital de lo que entonces se llamaba República Ecuatorial Francesa. De hecho, este club hunde su raíz en la expresión francesa ‘se saper’, utilizada para referirse a una persona que viste de modo elegante.


Un movimiento que defiende la identidad por encima de las circunstancias y que hoy en día se ha convertido en una forma de vida que cuenta incluso con su propio argot. Pero la SAPE nace como corriente anticolonialista en 1922, de la mano de

André Grenard Matsoua. Este congoleño vivió muchos años en París, donde combatió el colonialismo. Sin embargo, quedó encandilado por el estilo de los franceses y volvió a su tierra como un monsieur. Al fin y al cabo, la lucha y el buen gusto no tienen por qué ir separadas.

Matsoua creó la SAPE y Papa Wemba la popularizó. Este cantante dio a conocer esta forma de vida cuando se enfrentó a Mobutu Sese Seko, el dictador que impuso, a finales de la década de los setenta, una vuelta a la autenticidad para acabar con la occidentalización de este país africano, lo que incluía la prohibición de vestir como los europeos. Así la SAPE fue silenciada y durante años los sapeur tuvieron que renunciar a sacar su coquetería del armario. Pero Wemba se opuso y nunca ocultó su estilo exuberante, dando visibilidad a esta sociedad de congoleños elegantes fuera de sus fronteras.

Por ello la SAPE no sólo se caracteriza por su código de vestimenta, que incluye no combinar más de tres colores a la vez, sino por unas reglas de conducta: Los sapeur se declaran hombres de paz y de moralidad, de manera que su máxima no está definida por la riqueza, ni siquiera por el alarde de consumismo que requiere ir a la moda (de hecho, comparten la ropa), sino por un respeto que tienen que ganarse con su actitud hacia los demás.


Fotografía tomada de la revista Esquire.-
Su ostentación, en contraste con la crudeza de un escenario pobre, no es más que una manera de expresar su creatividad. Y aunque puede resultar extravagante cada vez que salen a escena, estos congoleños argumentan a través del spot de Guinnes que “en la vida no siempre se puede elegir lo que hacemos, pero sí quiénes somos”. Así, los sapeur se declaran obreros de día y caballeros de noche. Son el último grito en supervivencia.






La marca de cerveza Guinnes también ha financiado este pequeño documental, que muestra, como ya lo hiciera el fotógrafo italiano Daniele Tamagni en su libro 'Caballeros de Bakongo' o el español Héctor Mediavilla, quiénes son los sapeur.


*Puedes escuchar esta crónica en el último programa de 'Ahora África', emitido por Radiotelevisión Canaria: 
http://www2.rtvc.es/television/Multimedia/Ahora%20%C3%81frica-8148/15-02-2014-175.aspx#.UwYF-2IhB5I

lunes, 17 de febrero de 2014

La frontera del lenguaje también está en Ceuta y Melilla

La reciente muerte de subsaharianos ahogados en la playa del Tarajal de Ceuta ha vuelto a poner el foco informativo en el fenómeno migratorio procedente de África. De nuevo, los medios de comunicación hacen eco de este hecho con el uso de expresiones como “asalto”, “avalancha humana” o “saltos masivos”, un lenguaje que criminaliza más que contextualiza los hechos. De nuevo, en el trato informativo que se da al continente africano, pasamos de periodistas a verdugos.

J.F.DÍAZ/ Agencia EFE.-
Quince africanos murieron ahogados tras la actuación de la Guardia Civil el pasado día seis de febrero, cuando éstos intentaban entrar en la ciudad autónoma de Ceuta. Desde entonces, la cobertura informativa que se ha dado a este episodio de la inmigración procedente de África ha estado marcada por las versiones contradictorias de los subsaharianos que recogían las ONG sobre el terreno, por un lado; y de las fuerzas de seguridad españolas, por otro. Así como por la posterior intervención a petición propia en el Congreso de los diputados del ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, para explicar el uso de material antidisturbios contra los inmigrantes por parte del cuerpo de seguridad.

Uno de los motivos por los que un hecho se convierte en noticia es la cercanía de la información. No cabe duda de que si África vuelve a ser portada en los medios de comunicación españoles es porque el intento de llegar a Europa por parte de los subsaharianos se ha llevado a cabo en esta ocasión desde España. Otro factor que incide en que se destaque informativamente un acontecimiento es que éste sea llamativo. La muerte de quince personas lo es. Con estos componentes sobre la mesa, el periodista ha de manejar el cómo traslada al ciudadano de a pie esta información. Este lunes el diario El Mundo ha publicado el siguiente titular: “Nuevo asalto masivo a la valla fronteriza de Melilla”, asimismo La Vanguardia también se ha hecho eco de la noticia explicando en el primer párrafo que “decenas de inmigrantes de origen subsahariano han conseguido hoy entrar en Melilla tras superar la valla fronteriza que separa la ciudad autónoma de Marruecos en un nuevo asalto masivo”. También El País, que ha empleado el siguiente lenguaje para transmitir esta información: “Las fuentes informantes aseguran, por ejemplo, que en Nuadibú (Mauritania) se conoció con cuatro días de antelación que el pasado día 6 se iba a producir un salto tumultuario a la valla de Ceuta, hasta el punto de que un grupo de cameruneses se puso inmediatamente en marcha para intentar sumarse a esa avalancha humana”. Todos estos medios destacan “la enorme presión migratoria” a la que se enfrenta la Guardia Civil en las fronteras de Ceuta y Melilla.

Valla de Ceuta frente a la playa del Tarajal/ Agencia EFE.-

La objetividad no existe. Los periodistas no son objetos y el simple hecho de seleccionar los datos que se plasman ya cubre de subjetividad la información difundida. Sin embargo, esto no exime de la responsabilidad social que esta profesión lleva implícita y en la que el uso que se hace del lenguaje sobre un asunto incide de una manera tan directa como profunda en el imaginario colectivo. Emplear las palabras “avalancha”, “asalto” o del adjetivo “masivo” desvirtúan lo acontecido porque llevan aparejada la idea de invasión y criminalización, lo que contribuye a un peligroso clima de rechazo social no sólo a este fenómeno, sino a las personas que lo forman. Sobre todo cuando la inmigración procedente de África del Norte y África Subsahariana ocupan los puestos cuatro y cinco en la lista Orígenes geográfico-culturales de la población extranjera en España, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística según sus últimos datos. Por delante: Iberoamérica, Europa Occidental y Europa del Este, una inmigración más numerosa pero menos dramática. Al fin y al cabo, llegar a España en avión es mucho menos llamativo que jugarse la vida para mejorar su situación.

Nada se explica tampoco de las remesas, el dinero enviado por los inmigrantes a sus hogares, que suponen entradas de fondos muy significativos para algunos países africanos. Tanto es así que según un estudio realizado por el profesor de la Universidad de Hong Kong, Adams Bodomo, los migrantes africanos mandan más dinero a sus países que la ayuda al desarrollo procedente de fondos extranjeros. De hecho, la misma semana que ocurría la tragedia de Ceuta, la agencia de noticias MISNA informaba sobre la creación de un Instituto Africano para las Remesas, la primera agencia mundial dedicada a facilitar este fenómeno económico, que además será financiada por el Banco Mundial y la Comisión Europea.


Fotografía de Joaquín Sánchez.-
En esta falta de contextualización hacen mella otros dos factores que priman en el trato informativo que se da a las noticias: la inmediatez y la brevedad, que unido al uso que se hace del lenguaje contribuye a fomentar unos estereotipos frutos de la descontextualización. Pero, cuando la noticia pasa a ser un producto, la visión colectiva un arma y los medios se constituyen como empresas de comunicación, se corre el riesgo de que el escenario que se vende se trate como un todo cuando no es más que una parte. De ahí la importancia del contexto y del lenguaje en el periodismo, porque cuando un inmigrante asalta una valla ¿qué pesa más, su condición de persona o su condición de ladrón?

lunes, 10 de febrero de 2014

El sonido de las revueltas árabes: La música como denuncia

Entre escombros se alzan las paredes desgastadas de las casas. Parece que todos están en la calle, se muestran sonrientes. Niños que vienen a saludar. También se ven muchos puestos de frutas y verduras. Carcajadas. Pintadas en los muros. Un local de reparación de calzado. Hay sillas en las calles. Y más niños, y una anciana y algunos adultos, pero sobre todo, jóvenes. Todos ríen. Así se muestra a estas personas que viven en Túnez en el videoclip de la canción que acompaña la rutha de hoy. Les presento a Houmani.


En este país del norte de África a los barrios de clase obrera se les llama ‘houmas’. Allí viven los más pobres de un país cuyo nivel de pobreza se ha elevado en el último año más de un 24 por ciento. Para que se hagan una idea, el ingreso nacional bruto por persona es de 3720 dólares, mientras que en Francia, por ejemplo, es de casi 44000.

Los raperos tunecinos Hamzaoui y Kanon protagonizan este videoclip que lleva por título ‘Houmani’, es decir, aquellos que viven en los distritos obreros de Túnez. Se trata de una canción que describe la vida de los jóvenes que viven en estos lugares. En su letra, estos cantantes explican que la gente de las houmas “están viviendo como basura en un basurero”, literalmente, y afirman: “Es sofocante la vida aquí”. Y debe serlo porque con más de tres millones de visitas en YouTube, esta canción se presenta en las redes sociales como el nuevo “himno” de la juventud de Túnez. Más allá de que sea realmente un himno o la última canción de moda, a Houmani no se le puede quitar el mérito de sacar a la luz el sentir de los jóvenes de este país. Tras darse a conocer, generó un gran debate entre aquellos que se sienten identificados con el lugar que describen los raperos y aquellos que no, trascendiendo la opinión que tienen sobre su realidad los jóvenes tunecinos, vengan de la posición social que vengan y, tal y como alude el blogero Mehdi Lamloum, “vivan o no la cotidianidad descrita”.



En un país en el que la libertad de expresión se ha visto ya mermada con la censura que están sufriendo los medios de comunicación y que incluso llevó a la cárcel al periodista Zied El-Heni, tras acusar a un fiscal de falsificación de pruebas, la música ha logrado dar a conocer lo que piensan los jóvenes tunecinos, que constituyen más de la mitad de la población. Como dijo el pintor francés Georges Braque, cuando afirmó que “el jarrón da forma al vacío y la música al silencio”.