sábado, 19 de mayo de 2012

Los límites de la primavera árabe: La libertad de expresión como meta

A principios de 2011 la chispa de la revolución prendió en Túnez y desde allí se expandió al mundo árabe. Egipto, Libia, Argelia, Siria, Marruecos, Bahrein,… Con mayor o menor intensidad la primavera árabe ha estallado en forma de grito que reclama el fin de los regímenes dictatoriales en aras de unos derechos sociales más justos para el pueblo. Más de un año después, se han celebrado elecciones democráticas en muchos de estos países, en algunos los dictadores han caído y en otros pocos se ha reformado su Constitución. Pero más allá de la validez de los nuevos sistemas que están comenzando a desarrollarse en el Magreb y en Oriente Próximo, la cuestión de la laicidad se plasma como el gran tema pendiente para lograr verdaderas democracias, entendidas como Estados basados en la libertad, la justicia, la igualdad y la pluralidad. En unas sociedades que aclaman su derecho a la libertad de expresión, la religión es la próxima mecha que está a punto de detonar.

Fotograma de 'Persépolis'.-

Poco antes de que la Asamblea tunecina fuera elegida en los comicios electorales del pasado 23 de octubre, los primeros de la revuelta árabe, la cadena de televisión privada Nessma emitía la película de animación ‘Persépolis’, basada en la novela de Marjane Satrapi, que relata la revolución iraní a través de los ojos de una niña. En una de sus escenas, se representa la imagen de Dios, algo que prohíbe el Islam.
Esto ocurría el siete de octubre de 2011. Ese mismo día, centenares de salafistas protestaban en las calles de Túnez por la difusión del largometraje, intentaron incendiar la sede del medio de comunicación y embistieron la vivienda de su director, Nabil Karoui. No satisfechos con eso, estos islamistas que se posicionan en el lado más radical del arco político árabe, prendieron fuego a dos coches situados enfrente del domicilio de Karoui.
La justicia actuó contra ellos y fueron detenidos y condenados a pasar cinco días en prisión y a pagar una multa de 9,6 dinares (4,8 euros). El pasado tres de mayo, se hacía pública la sentencia del juicio a la televisión que fue contra el Islam al emitir una imagen de Dios en forma de dibujo animado. Su director fue sancionado con una multa de 1.200 euros. Tampoco se libraron sus colaboradores: Nadia Jamel, responsable del doblaje del francés al árabe, y Hedi Boughnim, encargado del visionado de películas, fueron multados con 600 euros cada uno.
N. Karoui en el juzgado.-
Tanto Karoui como la acusación particular, formada por varios abogados islamistas, van a recurrir el veredicto que considera al medio de comunicación culpable de perturbar el orden público y atentar contra las buenas costumbres. Sin embargo, recurrirán por motivos diferentes, ya que la acusación particular opina que el Tribunal debería de haber incluido el cargo de atentado contra los valores religiosos, una inculpación más grave por la que hubiera sido encarcelado entre tres y seis meses, según prevé el Código Penal.
La cadena tunecina Nessma televisión, cuya programación está destinada al conjunto del Magreb y que pertenece al magnate italiano Silvio Berlusconi y al productor franco-tunecino Tarek Ben Ammar, es el último caso de confrontación entre la libertad de expresión y la religión en el mundo árabe, pero no el único.

Desde que en noviembre de 2011 el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) obtuviera la mayoría relativa en las, seguramente, elecciones legislativas más libres de Marruecos en 55 años de independencia del país, la política marroquí se ha visto envuelta en un tira y afloja de tensiones entre el palacio real y el Gobierno. Aunque con la nueva Constitución, aprobada en julio, el rey Mohamed VI haya cedido en algunas de sus prerrogativas, muchas han sido las polémicas que han salpicado a una sociedad acostumbrada a escuchar una única voz: La del monarca. No obstante, no han sido las opiniones del ministro de Justicia, Mustafa Ramid, contra los turistas que “pecan” en Marraquech, ni la subida de la fiscalidad sobre las bebidas alcohólicas (entre un 13 y un 50 por ciento) lo que ha desatado más controversia en Marruecos. El mayor pulso entre el primer ministro, Abdelilá Benkiran, líder del autodefinido partido islamista moderado, y el soberano y su entorno ha ido de la mano de la propuesta de reforma de la televisión pública.
En abril de este año, el ministro de Comunicación, Mustafa el Khalfi, anunció una iniciativa para obligar a los dos principales canales (TVM y 2M) a retransmitir los cinco llamamientos diarios a la oración, a los que todo buen musulmán debería atender. Además, esta reforma incluía la difusión de la oración del viernes y la inclusión de programas religiosos en su parrilla en contraprestación a la reducción de las horas de programación en francés. Así, este ministro que prefiere hablar en inglés antes que en francés, proponía que 2M, la cadena más francófona, emitiera la mitad del tiempo en árabe, un 30 por ciento en amazig (lengua bereber) y el 20 por ciento restante en francés y español. También que el gran telediario francófono se retrasará más de dos horas, hasta las once de la noche.
Y aquí no acababa la cosa. Lo que realmente abrió la caja de los truenos con el anuncio de esta reforma, tachada por la oposición marroquí como un intento de islamizar la televisión, fue la supresión de la publicidad de loterías y apuestas hípicas a las que juegan tres millones de marroquíes y que en 2011 reportaron al Estado 583 millones de euros. Esta medida, que responde a la reprobación islámica sobre los juegos de azar, ha sido la gota que ha colmado el vaso y ha llevado al regente a zanjar el asunto y a abortar la islamización de la televisión que planeaba el Ejecutivo, que gobierna en coalición con otras tres formaciones desde enero de este año.
A. Benkiran y Mohamed VI.-
A pesar de que en la nueva Ley fundamental de Marruecos, que sustituye a la aprobada en 1996 durante el reinado de Hassan II, se transfieren algunos de los poderes del monarca al jefe del Gobierno, Mohamed VI sigue conservando buena parte de sus prerrogativas. De este modo, continúa siendo el Comendador de los Creyentes, es decir, el jefe espiritual de los musulmanes marroquíes; el jefe máximo de las Fuerzas Armadas; preside el órgano que regula la Justicia, nombra a los magistrados; y puede destituir a los ministros tras consultar con el jefe del Ejecutivo. De esta forma, aunque desde julio de 2011 se limite a nombrar al primer ministro en el seno del partido vencedor de las elecciones (hasta ese momento lo elegía incluso fuera del Parlamento), el rey en Marruecos sigue teniendo la última palabra. Y esto es lo que ha ocurrido con la televisión pública marroquí, la única existente en este país.
Pero este alarde de apoyo a la pluralidad lingüística y cultural de su pueblo no debe confundirse con una defensa generalizada de Mohamed VI a la libertad de expresión. Según un artículo publicado en febrero de este año por el diario El País, “Abdessamad Haydur, de 24 años, apareció en unos vídeos, colgados en Youtube, a principios de mes en plena revuelta de Taza, una ciudad cercana a Fez, en los que insultaba al rey Mohamed VI llamándole ‘dictador’, ‘asesino’ y ‘perro’. Detenido el jueves de la semana pasada fue juzgado el lunes, sin abogado defensor, y condenado a tres años de cárcel”. Otro caso, que expone este artículo de Ignacio Cembrero titulado Marruecos castiga caricaturas e insultos al rey en las redes sociales, es el de Walid Bahoman, de 18 años, que “colgó en Facebook caricaturas y vídeos satíricos, divertidos pero no insultantes, del monarca. Detenido y torturado, según relató su madre a la web informativa Lakome, compareció ante el juez el 7 de febrero e ingresó en un centro penitenciario para menores”. Y es que, pese a que con la nueva Carta Magna, el rey ya no sea sagrado, su persona es inviolable, por lo que los posibles excesos siguen siendo duramente sancionados.

Fotografía tomada en Marruecos por P. Cerezal.-























         
En Marruecos no pasan desapercibas la marea de antenas parabólicas que nacen de sus tejados. La mayoría son de fabricación casera, pero cumplen su objetivo de llevar a las casas marroquíes imágenes de otros países, de otras lenguas que no entienden, y que aún así también desempeñan el propósito para el que fueron instaladas. Más que la conexión exterior, lo que se busca es desconectar. Lo explica muy bien Pablo Cerezal, autor del artículo Justicia y desarrollo en Marruecos que fue publicado el nueve de mayo en el blog África no es un país: “El mismo día que la televisión pública explicaba cómo, gracias a la decisión del monarca alauí, la programación permanecería invariable y no se incluirían nuevos contenidos religiosos, pude sorprenderme al comprobar que Abdelkader, el hijo mayor de Touria, abandonaba su cómodo reposo y se acercaba a la vieja televisión para sintonizar un nuevo canal. (…) Fue aquel día en el que el mensaje del monarca se vio amputado por Abdelkader, al sintonizar un nuevo canal, que decidí quebrar la quietud familiar en busca de respuestas. ¿Y el rey?, ¿por qué cambiar de canal cuando se informa en la televisión de sus decisiones?, ¿no sería oportuno prestar mayor atención? Al fin y al cabo es obligada una foto con su efigie en cualquier inmueble público o comercio privado. Será por algo”. La respuesta que obtuvo de este marroquí podría extrapolarse a la mayoría del pueblo de Marruecos: “asegura respetar la figura del soberano pero no perder tiempo en conocer sus decisiones. La vida continúa y las normas que Mohamed VI sancione o rechace no le impedirán a Abdelkader levantarse cada día a las 5 de la madrugada para abrir el pequeño puesto de golosinas en que trabaja (…)”.

Manifestación de salafistas en Túnez.-
Cuando la religión forma parte del programa político de quienes representan al pueblo la libertad corre el riesgo de transformarse en ofensa. Los ejemplos de Marruecos y Túnez, aunque distintos, dejan patente lo que la ola de cambios ha arrastrado hasta el mundo árabe, donde la cuestión religiosa permanece a flote. No sólo se divisa con lo ocurrido en las televisiones de estos dos países, también en Túnez sigue estando reciente el intenso debate vivido por la inclusión de la ‘sharia’ (Ley islámica) en la Constitución, que finalmente ha sido descartada como principal fuente de derecho en la creación de la Carta Magna tunecina que se prepara desde finales del año pasado. Por ahora, ni con la televisión en uno ni con la inclusión de la ‘sharia’ en la Ley Fundamental de otro, el Islam ha ganado peso a los derechos sociales recientemente conquistados. Sin embargo, el caso tunecino deja patente que la libertad de expresión también trae consigo voces que quieren dejarse oír tanto o más como las que trajeron la revolución que derrocó la represión. Los ruidosos salafistas, los islamistas más radicales, han aparecido de la nada. “¿Dónde estaban hasta ahora?”, se pregunta Óscar Gutiérrez en su artículo Túnez resiste la embestida salafista, publicado por El País el nueve de abril. “Estaban ahí, pero en silencio”, le responde el presidente del Parlamento tunecino, Mustapha Ben Jaafar. Antes de que cayera el anterior régimen de Túnez, el pueblo tenía que recurrir a los trucos para profesar su religión, ya que las prohibiciones por mostrar prendas o ritos islámicos en público eran frecuentes. Desde que la calle se ha abierto a la libertad, otros gritos comienzan a oírse y los salafistas, acostumbrados a permanecer en la sombra, se han hecho visibles.

miércoles, 9 de mayo de 2012

De la françafrique a la ‘eurafrique’ de Sarkozy y el futuro de un pueblo atado por la globalización como nueva forma de colonialismo



Con menos de cinco décadas de independencia, el continente africano se muestra prudente con el nuevo gobierno elegido este domingo en las elecciones presidenciales de Francia. Una cautela especialmente palpable en los 17 países históricamente vinculados a París. Acostumbrados a una política tradicional como la françafrique, destinada a preservar una esfera de influencia en la antigua colonia francesa, esta expectación no es proporcional a los kilómetros que separan ambos territorios, más bien al contrario. Y es que, en palabras del exministro de Exteriores francés, Jean Sauvagnargues, África es “el único lugar en el mundo en el que Francia puede por sí solo influir en la política”.

Nicolas Sarkozy.- REUTERS
Francia ha dicho adiós al neoconservadurismo ideológico y a la política liberal económica del ya expresidente Nicolas Sarkozy, apostando por el cambio hacia el socialismo y un crecimiento que no esté colapsado por recortes abusivos. “Europa nos está mirando, la austeridad ya no puede ser la única opción”, ha proclamado el líder del Partido Socialista francés, François Hollande, tras su victoria este domingo en las urnas con un 51.62 por ciento de los votos. Sin embargo, el interés que suscita este nuevo rumbo no sólo proviene de la Unión Europea y sus ciudadanos, África también mira desde abajo.
En mayor o menor medida, la política interior y exterior de un país están relacionadas entre sí de manera más o menos estrecha. No se retroalimentan, pero están conectadas en función de la intensidad del vínculo que las una en cada Estado, de acuerdo con sus propias circunstancias. En este sentido, el papel que Francia ostentó en África como imperio colonial sigue muy presente en el contexto de sus relaciones, en las que el peso de la historia aún está patente.

DEL COLAPSO IMPERIAL A LA CREACIÓN DE LA FRANÇAFRIQUE
Durante la Segunda Guerra Mundial, el imperio colonial francés comenzó a hundirse al tomar el relevo en sus territorios ocupados diferentes potencias extranjeras. En el caso africano, el Reino Unido en Siria, Líbano y Madagascar; también junto a Estados Unidos en Marruecos y Argelia; o en Túnez, con Alemania e Italia. Sin embargo, como líder del Gobierno provisional de Francia, Charles de Gaulle restableció gradualmente el control francés en la zona hasta crear la Unión Francesa, incluida en la Constitución de 1946, que vino a sustituir al antiguo imperio colonial en un periodo en el que las descolonizaciones comenzaron a emerger y la histórica figura del colonizador empezaba a ponerse en duda por la opinión pública occidental.
Pero Francia no estaba dispuesta a perder su liderazgo más allá de sus fronteras. Las violentas represiones a las insurrecciones de las colonias francesas en África que acontecieron a mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo, llevaron al país galo al desgaste militar, sobre todo en Argelia, territorio particularmente problemático de recuperar debido al gran número de colonos europeos que se había establecido allí en los 125 años de dominio francés.
La Unión Francesa ya no servía, pero lejos de suprimirla fue sustituida en la nueva Constitución de 1958 con la adhesión al poder de este mismo año de de Gaulle. Bajo el nombre de Comunidad Francesa, sólo Guinea rechazó por referéndum formar parte de la nueva organización colonial. Poco a poco, las limitaciones del poder francés en sus colonias se fue mostrando más visible y se plasmó en 1962 con la independencia argelina en los Acuerdos de Evian de 1962. Tras esto, se le concedió a casi todas las colonias africanas su independencia a través de referendos locales. La Comunidad Francesa también quedó obsoleta, pero un nuevo invento se materializó en medio de una sociedad cada vez más proclive a defender los derechos de los pueblos a su libre determinación.
Con la resolución 2625 de la Asamblea General de la ONU, fruto de la Carta Magna de la descolonización de 1960 y de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de 1966 que por fin incluyeron en la Declaración Universal de Derechos Humanos la libre determinación, todos los países con representación en la Asamblea, también los Estados Occidentales, apoyaron con su firma el 24 de octubre de 1970 la idea de que la descolonización es necesaria para la autodeterminación, reconocida por fin como derecho de todos los pueblos que conlleva obligaciones para todos los Estados. Fue entonces cuando Francia sustituyó el gobierno directo en sus antiguas colonias por uno formal, en el que de cara a la opinión pública se percibiera la empatía del que fuera su imperio de no dejar a estos jóvenes países a su suerte, fomentando lazos de cooperación a través de ayudas. Este nuevo invento denominado ‘françafrique’ en realidad es una vieja estrategia. Se llama dependencia.

EL PASO POR ÁFRICA DE SARKOZY COMO CANDIDATO
Casi cuatro décadas después, un candidato a presidente francés se compromete a acabar con la françafrique si resulta elegido, y “a terminar de una vez por todas de tratar indistintamente a las democracias y a las dictaduras” en el continente africano. Era Nicolas Sarkozy, quien ya ostentaba la presidencia del partido conservador Unión por un Movimiento Popular (UMP), y que se autoproclamó en este discurso “el amigo de los africanos”. Era el año 2006, unos meses antes, en la antigua colonia francesa de Benin, en su papel de ministro del Interior de Francia se encontraba en visita oficial para promocionar su política de selección de la inmigración, que defendía combatir la irregularidad migratoria y restringir el derecho de asilo. Habían pasado ya más de diez años desde la ‘traición’ que dividiera en 1995 el voto oficialista en el partido neo-gaullista Reagrupamiento para la República (RPR), en la que Sarkozy se posicionó a favor de la carrera presidencial de Balladur, con quien había debutado hacía dos años en su Gobierno. 
J. Chirac y N.Sarkozy en los años ochenta.-
Este abogado, hijo de un expatriado húngaro, emprendió su recorrido en política de la mano de los líderes de RPR, Charles de Pasqua y Jaques Chirac, sin embargo, ya como aspirante a ocupar el Elíseo, su inicio, aunque vertiginoso, quedaba muy lejos, tanto como su posicionamiento en contra de Chirac. Por ello, no dudaba en denunciar la política africana de quien era su compañero de partido, un claro representante de la françafrique que no dudó en afirmar en una ocasión que “África no está preparada para la democracia”. Pero su crítica era un tanto peculiar, ya que defendía el fin de esta política tradicionalmente defensiva de París sobre África y al mismo tiempo no dudaba en recalcar la actuación positiva que había tenido sobre el continente africano la colonización francesa: “La verdad es que no han existido muchas potencias coloniales en el mundo que hayan hecho tanto por la civilización y el desarrollo y tan poco por la explotación”. En su discurso, mientras criticaba las tramas de la françafrique, matizaba: “Ningún país del Norte dedica tanta atención a África como Francia. Ningún país se toma tan en serio la estabilidad, el desarrollo y el éxito de los países africanos”. Y esto no se debe, según el entonces candidato Sarkozy, a los intereses estratégicos que África ofrece. “Debemos dejar de repetir que Francia se encuentra en África para expoliar los recursos, pues no tenemos ninguna necesidad económica del continente africano”, a lo que añadía, “Francia está en África por ambiciones mucho más amistosas”.
Esta doble visión ‘amistosa’ del ya expresidentes francés se basaba en el control de la situación en función del territorio donde se desarrollara. Si era en el suyo, a través de políticas que agilizaban la expulsión de inmigrantes, si era en las antiguas colonias francesas, el control de que el que hubiera sido su imperio se siguiera asegurando la mayor parte del pastel. De hecho, durante su campaña electoral, Sarkozy se refirió a África sólo como una fuente potencial de la inmigración incontrolada, mientras de cara a la antigua colonia aseguraba que las empresas galas “Bouygues, Air France o Bolloré no necesitan la diplomacia francesa para existir y extenderse en África. Si son dinámicas es gracias a la antigüedad de su implantación, pues creyeron en África mucho antes que la mayoría”. Pero lo cierto es que, dos años antes de estas declaraciones, en 2005, siendo por aquel entonces ministro de Economía francés, Sarkozy ofrecía el récord hasta la fecha de mil millones de euros de subvención a las empresas de Francia instaladas en Argelia.

UNA DE CAL Y UNA DE ARENA: LA SARKOAFRIQUE
Ya en su cargo de jefe del Ejecutivo, cuando sólo llevaba dos años de mandato, visitaba por quinta vez suelo africano. Los líderes franceses siempre han sido los más frecuentes en el continente en relación a sus homólogos occidentales, pero Sarkozy marcaba un nuevo récord en 2009 con un viaje a la República Democrática del Congo (RDC). Su objetivo era alcanzar un ambicioso plan de cooperación económica con vistas a lograr la paz en algunos países en conflicto de la región. Dada la mezcla de motivos altruistas e intereses particulares, Sarkozy inspiraba a partes iguales esperanza y desconfianza entre el pueblo congolés. Su propuesta pasaba por buscar acuerdos entre la RDC, Ruanda, Uganda y Burundi para compartir recursos y llevar a cabo el desarrollo conjunto de la energía, el transporte y la infraestructura de telecomunicaciones. La estrategia de utilizar el palo y la zanahoria, es un arte que todos los presidentes franceses pueden presumir de ser maestros, y Sarkozy ha demostrado que él también domina la técnica. En estas regiones africanas, vendía el desarrollo económico y la cooperación como clave para consolidar la paz. En otras, donde los regímenes no son presidencialistas sino dictatoriales, el exlíder francés tampoco ha tenido problemas para hacerse entender. Si Níger es para Francia la piedra angular de extracción de Uranio, ahora tiene puesto el ojo para que Guinea Ecuatorial se convierta en la de explotación africana de petróleo.
N.Sarkozy y T.Obiang.- C.Moya, EFE
Este año Francia renueva la licencia de explotación de los pozos petrolíferos y pretende conseguir por parte de Guinea mejores condiciones y una rebaja sustancial del canon fijado. En este contexto, el pasado 27 de marzo una agencia de prensa filtró a los medios de comunicación que los jueces Le Loire y Grouman solicitaban orden de arresto internacional contra Teodoro Meguema Obiang, hijo del presidente guineano, por malversación de fondos y blanqueo de capitales. Se afirmaba, además, que esa orden ya había sido aceptada y se ejecutaría de inmediato por la Interpol. Sin embargo, lo cierto es que la petición de arresto se hizo el día tres de marzo y aún no tiene respuesta, por lo que, según la legislación francesa, todavía no es efectiva y no se puede cursar. Es decir, la Interpol no está buscando al hijo de Obiang. Aún así, Francia ha logrado su objetivo de ejercer presión para que estas condiciones mejoren. De hecho, en Guinea Ecuatorial se ha desatado una campaña para apartar a Teodoro Meguema Obiang del poder y dejar paso a alguno de sus hermanos, más favorables a los intereses galos.
De este modo, la política françafrique no se terminó con Nicolas Sarkozy. Tanto es así que a principios de marzo de 2010, el jefe del Ejecutivo en Francia inauguró una conferencia internacional en París dedicada al futuro de la energía nuclear a la que fueron invitados 65 países, todos árabes y africanos. Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Jordania, todos ellos candidatos a adquirir la tecnología gala, enviaron a sus ministros de Energía y altos funcionarios del Estado.

N.Sarkozy y A.Wade, expresidente senegalés.-
Sin embargo, la práctica todavía estaba por llegar cuando fue recién elegido presidente de la República de Francia. Entonces, en una visita oficial a Senegal en julio de 2007, retomó su discurso en contra de la françafrique y durante una recepción en la Universidad Cheikh Anta Diop, en Dakar, lanzó su propuesta de crear una nueva política que denominó ‘eurafrique’. Se trataba de un nuevo marco de relaciones entre África y Europa que vendría a remplazar la política habitual entre Francia y los países africanos. En realidad, este nuevo término venía a europeizar la actitud tradicional gala en el escenario africano, pues el trasfondo de esta nueva propuesta pasaba por incitar la firma del Acuerdo de Cotonú (2000), estancado en complicadas negociaciones. En esta nueva alianza entre la Unión Europea y los países de África, el Caribe y el Pacífico, se pretendía poner fin a treinta años de preferencias comerciales. Los acuerdos, que son válidos hasta el 2020, aunque revisables cada cinco años, implican la liberalización de los intercambios comerciales y la aplicación de reglas reforzadas en ámbitos como competencia e inversión.
En este contexto, Sarkozy volvió a seguir su habitual pauta de dar una de cal y una de arena. Mientras defendía las ventajas de la eurafrique en el marco de los Acuerdos de Cotonú, instaba a los jóvenes universitarios a dejar atrás el rencor hacia la colonización. Como argumento, reconocía el “gran error” ya pagado por quienes vieron derrumbarse el sueño imperial. De este modo, admitía que los colonizadores cometieron crímenes y saquearon el continente, pero también “dieron” construyendo infraestructuras, aportando una cultura. Como colofón, el ya expresidentes francés añadía: Es “la civilización musulmana, la cristiandad, la colonización, más allá de los crímenes y faltas que fueron cometidas en su nombre, y que no son excusables, las que abrieron los corazones y las mentalidades africanas a lo universal y a la historia”.
Por supuesto, estas declaraciones no llegaron a ser resaltadas por el foco informativo occidental, pero la prensa africana no dejó que pasara desapercibido. En el periódico Walf Fadjri, El Hadj Amidou Diallo respondía a las declaraciones del entonces jefe del Ejecutivo galo que sí “construyeron carreteras y puertos, pero para exportar mejor las riquezas; hospitales, para que la producción no se interrumpiera; y escuelas, para disponer de cuadros con los que mantener el sistema colonial”.

De este discurso en Senegal, llama también la atención que quien promoviera la restricción selectiva de inmigrantes como ministro de Interior francés, afirmara que “las civilizaciones son grandes en la medida de su participación en el gran mestizaje del espíritu humano. La debilidad de África, que ha conocido en su suelo tantas civilizaciones brillantes, fue que durante mucho tiempo no participó lo suficiente en este gran mestizaje. África ha pagado caro esta desvinculación del mundo que la ha vuelto tan vulnerable”. Palabras que chocan con una plataforma presidencial que le llevó al Elíseo, donde apelaba a prestar más atención al control de los flujos migratorios.
Como uno de los artesanos de la UMP, proyecto partidista que aglutinó al grueso del centro-derecha francés y que trascendió el viejo gaullismo social con la plena aceptación de los planteamientos liberales, es difícil entender la escasa trascendencia de este planteamiento. Sobre todo, cuando hace un año que el parlamento francés aprobó la quinta Ley de inmigración redactada en el país desde 2003, tres años después de que comenzara en Europa el fenómeno de la inmigración irregular. En este texto, que fue votado en contra por la izquierda, se endurecen las condiciones de acogida de las personas extranjeras sin papeles en suelo francés, hasta el punto de que modifica una norma que obligaba al Estado a acoger a los inmigrantes enfermos que no pudieran hacer frente a su curación en su país de origen. Ahora, París precisa que solo se acogerá a aquellos inmigrantes cuyo medicamento no exista en el país del que vienen. Además, esta ley también establece "zonas de espera especial", campos delimitados que se habilitarán en situaciones en que exista una gran y repentina afluencia de inmigrantes irregulares a fin de facilitar su expulsión.
En relación al mestizaje del que hacía bandera Sarkozy en suelo senegalés, también llama la atención el veo al burka que entró en vigor hace algo más de un año en Francia. La legislación que oficialmente prohibe "disimular el rostro" en todo el espacio público fue aprobada por el Parlamento en otoño de 2010. El Gobierno había previsto un periodo transitorio de seis meses antes de su aplicación. La ley prevé una multa de 150 euros y/o un cursillo de ciudadanía para quienes usen la prenda y se aplica en todo el espacio público, incluida la calle. En el caso de quienes obligan a llevar el velo integral, la sanción es de hasta un año de cárcel y 30.000 euros de multa. Se estima que algo menos de 2.000 mujeres visten un burka o un niqab en Francia, donde viven entre cuatro y seis millones de musulmanes.

Cuando ostentaba la candidatura a la presidencia francesa como cabeza de lista de UMP, Nicolas Sarkozy defendía una ruptura de la tradicional relación galoafricana: El fin de la françafrique y del trato interesadamente igualitario entre las democracias y las dictaduras en el continente africano. Ni una cosa ni la otra.
Después de todas las informaciones que han surgido acerca de la supuesta financiación del régimen de Muamar Gadafi a la campaña de Sarkozy en 2007, nuevos noticias se han publicado en los medios, sin mucha trascendencia, sobre otras posibles irregularidades en el entorno del expresidentes galo a sólo tres días de la segunda vuelta de los comicios.  Esta vez, se trata del presunto uso de cierta presión judicial a mandatarios africanos para que colaboren con los gastos de la campaña y que está vinculada al caso guineano de la presión en las condiciones de renovación de las extracciones de petróleo de las compañías francesas.
N.Sarkozy y D.Sassou Nguesso.-
Aunque ha salido ahora a la luz, este nuevo caso se remonta a marzo de 2007, cuando Daniel Lebègue, un hombre que ha llevado a cabo tareas oficiales para el Estado francés, interpuso una demanda en nombre de Transparency International contra el presidente de Gabón, Omar Bongo, el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, y el mandatario de la República Democrática del Congo, Denis Sassou Nguesso, bajo la acusación de "ocultamiento y malversación de fondos públicos". Finalmente, Lebègue cambió de opinión y solo la mantuvo activa contra el hijo mayor del presidente de Guinea Ecuatorial. Las causas para que se olvidara de Gabón y del Congo no han sido del todo transparentes, pero es un hecho la presión que Francia está ejerciendo sobre Guinea para que mejore las condiciones de explotación de petróleo. Además, el presidente Obiang lleva tiempo mostrando pública simpatía por el socialdemócrata François Hollande y se ha negado a colaborar generosamente a los fondos de los partidos políticos en las últimas campañas a las elecciones generales, como si parece haberlo hecho el Congo, Gabón y otros países francófonos más receptivos a estas sugerencias.
N.Sarkozy y O.Bongo.- AFP









¿Y AHORA?
Tras cinco años de mandato del partido conservador UMP, el pueblo galo ha optado por no conceder a Sarkozy una segunda oportunidad como presidente con un porcentaje de votos de 48.38 por ciento en la segunda vuelta de las elecciones. Es el síndrome de la cabeza de turco, que azota a los gobiernos de Europa tras la crisis económica que comenzó en Estados Unidos en 2008, y a la que el electorado parece aplicar, a la luz de los resultados que uno a uno se han ido alcanzado en los distintos procesos electorales del continente, el refrán de ‘se recoge lo que se siembra’. De este modo, el argumento del voto parece no ser tanto la ideología política como el cambio.
No es así, sin embargo, como se percibe desde África. El medio de comunicación digital Mundo Negro, cita a un periódico de Burkina Faso que recoge la impresión de los africanos de que serían “muy ingenuos si creemos que con los socialistas en el poder nuestros lazos en el país van a mejor”, pero añade más adelante que ni Hollande, ni sus antecesores son expertos en África, por lo que no han tenido contacto con la realidad del continente, lo cual interpretan con un optimismo prudente: “Esto genera una gran incógnita, pero al mismo tiempo un punto positivo, ya que los africanos no tienen ningún precepto negativo en contra de él”. Según esta publicación, lo que el pueblo africano espera del nuevo líder francés es “un cambio rápido en las relaciones diplomáticas y las medidas correctivas en el sector empresarial, para una mayor justicia económica a favor del continente”.
F.Hollande y N.Sarkozy.- REUTERS
No podemos afirmar si la françafrique sufrirá algún cambio que por una vez resulte favorable a África, tampoco conocemos que pretende hacer el nuevo Ejecutivo socialista con la ley de Inmigración, todo esto está por venir. O no. Pero lo que sí es bastante probable, aunque mucho menos necesario, es que con la victoria de Hollande y el cambio de gobierno en Francia, se pueda producir una investigación independiente y no controlada por el aparato del partido de Sarkozy, que pueda aclarar si hay algo de cierto en los escándalos de financiación irregular y los métodos poco ortodoxos sobre el gabinete político del anterior presidente galo.