Si juntamos todos los parlamentos del mundo sólo un 22% de los representantes del pueblo son mujeres. Y esto es así aún cuando más de la mitad de la población mundial sí lo es. Sin embargo, existe un país donde ocurre todo lo contrario y las parlamentarias son mayoría. Ese país está en África.
Conocemos Ruanda por el genocidio que el gobierno hutu promovió sobre la población tutsi hace ya más de veinte años. Lo que no se sabe es que la crueldad sin límites de este episodio de la historia ruandesa trajo para el país un empoderamiento de la mujer hasta ahora sin precedentes en ningún otro Estado del mundo. La muerte o la cárcel de los hombres hizo que las mujeres salieran de su anonimato para ponerse al frente. Eso significó tener que ocupar puestos de trabajo que sí estaban remunerados, lo que fomentó que la necesidad de la formación entre ellas fuera más visible y se extendiera. Hoy Ruanda es el país con más parlamentarias de todo el planeta, un hito en un sistema mundial en el que sólo dos de 144 países tienen en sus hemiciclos al menos un 50% de mujeres, según el informe elaborado en 2014 por Unión Parlamentaria y ONU Mujeres.
Mujeres parlamentarias de Ruanda junto al presidente Paul Kagame / Fotografía tomada de mujerlife.com.- |
Pero
Ruanda va más allá de la mitad de la representación. Desde 2008, esa barrera se
superó con creces y en la actualidad ellas ocupan el 63,8% de los escaños. Esto
ha traído consigo un empoderamiento de la mujer que no solo abarca las altas
esferas de la vida pública sino que se manifiesta sobre el terreno. En la
cuestión de la tierra, sin ir más lejos, el Gobierno de Ruanda ha aprobado
leyes que permiten que ellas también puedan heredar propiedades; y esto en un territorio como África Subsahariana donde el 85% de la posesión de las tierras están reservadas para los hombres.
Estudiantes de Ruanda / IPS Noticias.- |
Además, el número de niñas matriculadas en educación primaria es prácticamente del 100%, lo que crea una discriminación positiva que los perjudica a ellos cuando,
aun obteniendo mejores resultados académicos, en ocasiones se quedan sin becas
para mejorar sus estudios porque las instituciones académicas tienen la
obligación de cubrir las cuotas reservadas para ellas. Una medida que no tiene
sentido en aras de la igualdad, pero que se explica en tanto en cuanto el acceso a la educación superior todavía es una barrera para las niñas y jóvenes.
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