lunes, 4 de noviembre de 2013

La leyenda de las minas del rey Salomón en África

Al sur del continente africano, entre los ríos  Zambeze y Limpopo, un valle esconde el mayor yacimiento arqueológico del África Subsahariana. Tal es su grandeza, que la ciudad que albergaba esta fortificación en los siglos XII y XVII da nombre hoy a un país entero. Es la fortaleza del Gran Zimbabwe, una construcción tan impresionante que cuando fue descubierta, los colonos prefirieron creer que se trataba de las minas del rey Salomón antes que admitir que los nativos la habían construido.


Con su alto torreón cónico, sus largos y curvados muros de piedra y sus artefactos cosmopolitas, Gran Zimbabwe atestigua la existencia de una próspera ciudad que, en su apogeo, acogía nada menos que a unos 18.000 habitantes y que se cree debió dominar el comercio y la cultura del África meridional. Esta construcción tallada con piedra forma una fortificación que protege una gran torre que, según los expertos, corresponde a un templo elíptico que conecta con un cementerio al que se accede a través de un pasadizo fortificado con numerosas cuevas. Pero más impresionante que la complicada construcción que forman estos elementos es el hecho de que, si alguien habla en el interior de las cuevas de la necrópolis, puede ser oído en el templo, situado a nada menos que cien metros de ésta.


No pocos son los misterios que encierra la fortaleza de Zimbabwe. Cuando los exploradores portugueses recorrían el interior de África para establecer allí las colonias e imponer su civismo frente al salvajismo negro, se dieron de bruces con las enormes dimensiones de esta fortaleza tallada enteramente en piedra. Reconocer que una construcción tan impresionante era obra de salvajes derribaba su argumento civilizador. Por ello recurrieron a la Biblia y se convencieron de que aquella extraordinaria fortaleza tenía que esconder las famosas minas del rey Salomón. Y de hecho, no fueron pocos los europeos que creyeron  que el Gran Zimbabwe no podía ser otra cosa que la desconocida y soñada tierra de Ofir, donde el monarca de la Biblia iba a buscar su oro y piedras preciosas.

Imágenes tomadas de megaconstrucciones.net
En la actualidad, las investigaciones arqueológicas coinciden en que lo más probable es que la historia de esta gran ciudad sea la de la cultura de los primeros shona africanos y de la Edad del Hierro del continente. Algo que los colonos del territorio, por aquel entonces denominado Rhodesia del Sur, se negaban a creer, convencidos de que una obra de tal envergadura no podía haber sido construida por nativos negros. Y precisamente, de esta negación nació la reivindicación que impulsó el movimiento independentista, para el que el Gran Zimbabwe era la prueba fehaciente de que la raza negra no era tan débil como aquellos blancos pretendían hacerles creer. Así, esta antigua construcción sirvió de aliciente para la creación de un nuevo Estado independiente, que ya no se llamaría Rhodesia, sino que a partir de 1980 sería rebautizado con el nombre de Zimbabwe en honor a la fortaleza que les representa.

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