África es un territorio plural, en tanto en cuanto es el continente con más países del mundo. Cincuenta y cuatro países que albergan múltiples realidades. Pero si algo caracteriza a África, más incluso que la explotada imagen que se hace de hambre, violencia y pobreza, es el contraste que ofrecen la mayoría de los Estados que la componen. Por ejemplo, en la diferencia abismal que existe entre las capitales y las zonas rurales; entre los lucrativos recursos naturales y las altas tasas de pobreza; entre la población muy rica y la población que vive en la miseria. O también que la segunda región con la tasa más alta de hambre del planeta, sea también la mayor proporción global de tierra cultivable.
Más
de la mitad de los campos potencialmente cultivables del mundo están en África,
una tierra donde 227 millones de personas pasan hambre, según la última estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (la FAO, por sus siglas en inglés). De hecho, el top ten de países con
una situación alimentaría extremadamente alarmante, que registra el Índice Global del Hambre, está compuesto por ocho nacionalidades africanas.
¿Cómo es posible que ocurra esto en un continente que posee el 60 por ciento de
la tierra agrícola de todo el mundo?
La respuesta la dieron los propios agricultores africanos a los Ministros de
Agricultura y Comercio en el encuentro que tuvo lugar en Etiopía para preparar
la Cumbre de la Unión Africana de 2014, declarado año de ‘Agricultura y
seguridad alimentaria en África’. Para quienes trabajan la tierra, el problema
está en la falta de acceso a los cultivos, la escasez de semillas y las
dificultades para conseguir créditos con los que realizar las inversiones
necesarias.
Fotografía de las tierra de Maputo, Mozambique, tomada por R.Hammond / National Geographic.- |
Inconvenientes
a los que se suma un sistema de infraestructuras insuficientes, con carreteras
dañadas, así como escasos puentes y embalses; técnicas agrícolas agresivas para
la tierra; falta de sistemas de riego; una cada vez más presente inestabilidad
climática; y también que unos 60 millones de hectáreas de tierra y agua del
continente están en manos extranjeras, tal y como denuncia la ONG Grain. Para que se hagan una idea, esta
cifra del volumen de acaparamiento de extensiones de cultivo es como si España
entera (y aún más, porque las hectáreas que abarca el territorio español apenas
sobrepasan los 50 millones) se dedicara sólo a la agricultura al tiempo que la
mayoría de los españoles tienen dificultades para alimentarse. Si bien es
cierto que sólo entre Senegal y Sudáfrica hay 400 millones de hectáreas de tierra productiva, de la cual solo se trabaja el 10 por ciento, tal y como apunta Miguel Ángel García Vega en El País.
Frente
a estos desafíos, los políticos africanos están empezando a darse cuenta de la
importancia de invertir en el desarrollo agrícola. Muestra de ello es el
proyecto de la Muralla verde africana, que poco a poco va avanzando en su
propósito de construir una gran barrera vegetal que atraviese de lado a lado el
Sahel para frenar el hambre y la erosión de la tierra. O iniciativas más modestas pero tan necesarias como la de crear una
Universidad Agrícola en Benín.
Fotografía tomada del portal de la Fundación África Dream.- |
Los
contrastes que ofrecen los países africanos a menudo se perciben más bien como
contradicciones pero, si se enumeran los factores, las piezas encajan. Y cuando
eso ocurre es más fácil avanzar para hallar la solución del puzle.
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