Si uno fuera por el desierto
del Namib y llegara sin saberlo a la antigua ciudad de Kolmanskop, en Namibia, creería
que está sufriendo una alucinación producto del calor, la sed y lo difícil de
caminar entre dunas. Vería allí, en medio de la nada, casas de tejados
inclinados y edificaciones que albergaban hospitales, colegios, salones de baile
y hasta un casino. Todas ellas abandonadas por los colonos alemanes después de
la Primera Guerra Mundial y hoy invadidas por la arena. Y si esto ya
impresiona, la ciudad acoge también una llamativa historia: la del primer
aparato de rayos X de todo el continente africano.
Ciudad de Kolmanskop (Kolmannskuppe) / E.J.PEIKER.- |
La máquina de rayos X no llegó
a África para hacer radiografías médicas. Sí que fue ubicada en el hospital de
la ciudad alemana de Kolmannskuppe (en la actualidad denominada en lengua
afrikaans ‘Kolmanskop’), pero su importación no tenía como objetivo responder a
cuestiones relacionadas con la salud. Más bien respondía a la fiebre de los
diamantes.
Corría el año 1885 cuando los
europeos le dieron al territorio que hoy ocupa Namibia el nombre de África del Sudoeste Alemana. Para
facilitar las expediciones en busca de asentamientos estratégicos donde
gestionar mejor las riquezas que ofrecía esta zona, se puso en marcha la
construcción de una línea de ferrocarril que atravesaba parte del desierto del
Namib. El encargado de la obra era un africano: Zacharias Lewala. Él fue quien
divisó, en medio de la brillante arena, el resplandor de lo que pronto se
descubriría como un mar de diamantes prácticamente a ras del suelo y a apenas
diez kilómetros de la costa.
En este lugar se fundó, en
1908, la ciudad minera de Kolmanskop. Allí se trasladaron familias enteras
atraídas por la idea de hacer fortuna y, en tan solo dos años, se construyó una
réplica del modelo urbanístico germano para que los nuevos inquilinos se
sintieran como en casa, pese a venir de Alemania y estar en pleno desierto. Es
por ello que todas las edificaciones que aún quedan en la actualidad sean de
estilo centroeuropeo y también que los espacios fueran dedicados a modelos de
vida occidentales, decorados incluso con mobiliario a la última moda de Europa.
De allí se trajo, además, el
primer aparato de rayos X de toda África. Y aunque parezca mentira, su uso no
era principalmente para los colonos, sino para los africanos. La trampa está en
que este avance científico tenía la función específica de vigilar que la mano
de obra negra no se tragara los diamantes de las compañías germanas.
Durante la Gran Guerra se llegó
a extraer hasta mil kilos de diamantes, una codicia que pronto acabó con lo que
se daba. Coincidiendo con el fin del conflicto, las piedras preciosas empezaron
a escasear y el hallazgo de una nueva mina llevó a los alemanes a hacer las
maletas e irse a donde se pudiera calmar su sed de consumismo. Allí quedó para
siempre su rastro. Una manera de entender la vida que la naturaleza, grano a
grano del desierto, está sepultando poco a poco. Como si quisiera volver a su estado
original.
Fotografías de C.Gray (NATIONAL GEOGRAPHIC).- |
Maravilloso! Felicidades por el artículo :)
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