miércoles, 7 de noviembre de 2012

La lucha mediática y la lucha silenciosa: Las dos formas de Obama para librar batallas en suelo africano


Seguridad y riqueza, dos buenas razones para emprender una lucha por la que posicionarse en África. La presencia de Al Qaeda en el Sahel y su papel en el conflicto de Mali ha llevado a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a trasladarse a Argelia para que tome partido a favor de Bamako y de la ONU en la guerra que se avecina. El otro enemigo de Estados Unidos en el continente también es asiático, pero nada tiene que ver con el Islam. China remplaza desde 2009 a las potencias norteamericana y francesa en las relaciones comerciales con los países africanos.

FOTOGRAFÍA/AGENCIA EFE.-
Este martes, el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, Barack Obama, ha sido reelegido para un nuevo mandato. Su política para África, sin embargo, no es histórica en ningún caso. Se trata del clásico renovado de las potencias de primer y segundo orden en el territorio africano: El neocolonialismo, convertido, en su última fase, en una guerra de recursos entre las potencias extranjeras situadas en el continente.
Desde 1960, cuando comienza la etapa de la descolonización, Estados Unidos mantuvo, con el apoyo de las potencias europeas, un pulso geopolítico contra la Unión Soviética por el control de África. Con la caída de la URSS, los bandos cambiaron y la rivalidad surgió y se acrecentó entre el frente estadounidense y el francés. Acostumbrados a su hegemonía en el continente los franceses y ganando poder sobre África los norteamericanos, ambos bandos financiaron ejércitos de países africanos, así como guerrillas enfrentadas. El plan consistía en que lucharan unos contra otros para favorecer principalmente los intereses de las empresas privadas de cada uno de los bandos instaladas en cada país, disfrazándolo de rivalidades étnicas.
Sin embargo, a partir de 2009, un nuevo enemigo entró en escena para cambiar la estrategia del conflicto. El gigante asiático realizaba negocios desde hacía cuatro años con países africanos sin que supusiera una amenaza relevante. Hasta que lo fue. El súbito avance comercial de Pekín, que se incrementó notablemente durante la crisis mundial, torció los planes de Estados Unidos y Europa, que en la actualidad siguen trabajando juntos para evitar la influencia china.
La crisis económica que comenzó en 2008 produjo que tanto los estadounidenses como los franceses redujeran sus misiones militares y comerciales con África, dejando el terreno libre a las empresas petroleras y mineras de China. Cuando la OTAN toma Libia, tres años más tarde, la situación vuelve a dar un giro y Washington comienza a posicionarse de nuevo en África a través del incremento de alianzas entre la Casa Blanca, que aportaba tropas militares, y los países africanos, que contienen valiosos recursos y, a su vez, numerosos conflictos sangrientos que los desestabilizan.
En este contexto de incremento de su presencia en el territorio es cuando la potencia norteamericana juega la carta del desprestigio contra China. Después de que tuviera lugar en algunos países la ola de cambio social que supuso la primavera árabe, Washington trata de convencer a los africanos de que Pekín nunca va a apoyar los derechos sociales ni la democracia de sus pueblos, ya que en su país ninguno de estos elementos se respetan.
FOTOGRAFÍA COGIDA DE CHINA FILES.-
Esto es cierto. A diferencia de Estados Unidos, China mantiene relaciones con todos los gobiernos de África, sin cuestionar sus políticas internas, aún cuando éstas son claramente contrarias a los derechos humanos. La diferencia con el colonialismo occidental reside principalmente en que al imperialismo chino no le importa, en este sentido, su imagen exterior. China está presente en el continente para obtener beneficios económicos, sin más. Las potencias occidentales también, pero en su modus operandi los conflictos internos son una garantía de éxito: Mientras sigan existiendo, ellos tendrán cartas que jugar. Sin embargo, Pekín, aunque se aprovecha de sus recursos y contamina el agua y los suelos con estas actividades, tal y como hacen las antiguas colonias, también vende a los territorios africanos donde opera sus productos manufacturados, al tiempo que realizan obras de infraestructura (de corte típicamente chino, eso sí) con mano de obra local, contribuyendo al desarrollo económico de esas zonas donde tiene presencia. Algo que, en ningún caso, hace Occidente.
Esta es la batalla silenciosa, la que se ha de buscar siguiendo el rastro en un espacio informativo prácticamente inexistente y diluido, escondido, en los cuatro años que coinciden con el periodo Obama.

La otra lucha es más visible. Se difunde por cualquier medio de comunicación: El conflicto de Mali. El motivo de esta diferencia en el trato de la información es que Al Qaeda sí es noticia. Nos han convencido de que la seguridad contra el terrorismo, cuando éste es islámico, nos afecta a todos. A diferencia de la explotación de los recursos naturales de África, que lejos de beneficiar a las necesidades del continente de donde emergen, llena exclusivamente los bolsillos de las potencias extranjeras a través de sus empresas privadas.
En esta batalla, una vez más, la alianza entre París y Washington vuelve a estar presente. En esta ocasión para hacer presión ante el Consejo de Seguridad de la ONU para que tome posesión en el conflicto de Mali a favor del Gobierno de Bamako, quien quiere recuperar la independencia del norte del país en manos de los Tuareg. Sin embargo, estos nómadas poco importan en esta contienda. Es la ocupación de la zona norte malí por grupos terroristas islamistas, encabezados por Al Qaeda en el Magreb Islámico, lo que realmente ha propiciado la participación internacional en un territorio semidesértico tan grande como rico en recursos naturales que explotar a cambio de restablecer el orden anterior. En esta guerra que se avecina en Mali, la cuestión de la seguridad contra el islamismo radical es importante, pero el beneficio económico también. Ya la semana pasada Hillary Clinton viajó a Argelia para entrevistarse con su presidente, Abdelaziz Bouteklika, para que tome partido en el conflicto, ya que hasta ahora ha tratado de mantenerse al margen, a pesar de haber sufrido ataques de los movimientos terroristas. Se espera que para el mes de diciembre el presidente francés, François Hollande, efectúe un viaje también a Argel para solicitar su apoyo en el Sahel.

En julio de 2009, cuando aún no se había cumplido un año de su elección como presidente de Estados Unidos, Obama pronunció un discurso en Ghana, durante su primera visita oficial al África Subsahariana. En él transmitía al pueblo africano estas palabras: “Si yo pude, vosotros podéis. Mi familia tiene la misma historia de tragedias y triunfos que la larga historia de África. Mi abuelo fue un cocinero para los británicos en Kenia a quien, pese a ser un viejo respetado en su pueblo, sus jefes siempre llamaron boy. Mi padre criaba cabras en una pequeña aldea. Yo pude. Vosotros tenéis la palabra. El mundo será tal y como vosotros lo hagáis. Podéis sacar a África del ciclo de desgobierno y conflictos en el que vive y crear un futuro mejor. Yes you can!”.
Un ciudadano de Accra (Ghana) durante la intervención de Obama en su primer
viaje al África Subsahariana. FOTOGRAFÍA/REUTERS.-
Los intereses de la política responden a dos causas: El enriquecimiento y los ideales. Cuando los intereses afectan a la política interior, es la ideología la que más pesa. Pero cuando los intereses se buscan fuera, el posicionamiento económico es lo que prima. Obama representa el sueño del cambio y es, como presidente de la potencia más poderosa del mundo, lo que la democracia a los sistemas políticos: La mejor opción posible. No obstante, su mensaje evidencia una trampa: La misma persona que lo pronuncia es el representante de uno de los actores internacionales que fomenta que eso no ocurra. Al fin y al cabo, el desarrollo social está ligado al desarrollo económico, siendo imposible que el primero exista si dicha sociedad está condenada a una economía de subdesarrollo.

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