Con menos de cinco décadas de
independencia, el continente africano se muestra prudente con el nuevo gobierno
elegido este domingo en las elecciones presidenciales de Francia. Una cautela
especialmente palpable en los 17 países históricamente vinculados a París.
Acostumbrados a una política tradicional como la françafrique, destinada a preservar una esfera de influencia en la
antigua colonia francesa, esta expectación no es proporcional a los kilómetros
que separan ambos territorios, más bien al contrario. Y es que, en palabras del
exministro de Exteriores francés, Jean Sauvagnargues, África es “el único lugar
en el mundo en el que Francia puede por sí solo influir en la política”.
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Nicolas Sarkozy.- REUTERS |
Francia ha dicho adiós al
neoconservadurismo ideológico y a la política liberal económica del ya
expresidente Nicolas Sarkozy, apostando por el cambio hacia el socialismo y un
crecimiento que no esté colapsado por recortes abusivos. “Europa nos está
mirando, la austeridad ya no puede ser la única opción”, ha proclamado el líder
del Partido Socialista francés, François Hollande, tras su victoria este
domingo en las urnas con un 51.62 por ciento de los votos. Sin embargo, el
interés que suscita este nuevo rumbo no sólo proviene de la Unión Europea y sus
ciudadanos, África también mira desde abajo.
En mayor o menor medida, la
política interior y exterior de un país están relacionadas entre sí de manera
más o menos estrecha. No se retroalimentan, pero están conectadas en función de
la intensidad del vínculo que las una en cada Estado, de acuerdo con sus
propias circunstancias. En este sentido, el papel que Francia ostentó en África
como imperio colonial sigue muy presente en el contexto de sus relaciones, en
las que el peso de la historia aún está patente.
DEL COLAPSO IMPERIAL A LA
CREACIÓN DE LA FRANÇAFRIQUE
Durante la Segunda Guerra
Mundial, el imperio colonial francés comenzó a hundirse al tomar el relevo en
sus territorios ocupados diferentes potencias extranjeras. En el caso africano,
el Reino Unido en Siria, Líbano y Madagascar; también junto a Estados Unidos en
Marruecos y Argelia; o en Túnez, con Alemania e Italia. Sin embargo, como líder
del Gobierno provisional de Francia, Charles de Gaulle restableció gradualmente
el control francés en la zona hasta crear la Unión Francesa, incluida en la
Constitución de 1946, que vino a sustituir al antiguo imperio colonial en un
periodo en el que las descolonizaciones comenzaron a emerger y la histórica
figura del colonizador empezaba a ponerse en duda por la opinión pública
occidental.
Pero Francia no estaba dispuesta
a perder su liderazgo más allá de sus fronteras. Las violentas represiones a
las insurrecciones de las colonias francesas en África que acontecieron a
mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo, llevaron al país galo
al desgaste militar, sobre todo en Argelia, territorio particularmente
problemático de recuperar debido al gran número de colonos europeos que se
había establecido allí en los 125 años de dominio francés.
La Unión Francesa ya no servía,
pero lejos de suprimirla fue sustituida en la nueva Constitución de 1958 con la
adhesión al poder de este mismo año de de Gaulle. Bajo el nombre de Comunidad
Francesa, sólo Guinea rechazó por referéndum formar parte de la nueva
organización colonial. Poco a poco, las limitaciones del poder francés en sus
colonias se fue mostrando más visible y se plasmó en 1962 con la independencia
argelina en los Acuerdos de Evian de 1962. Tras esto, se le concedió a casi
todas las colonias africanas su independencia a través de referendos locales.
La Comunidad Francesa también quedó obsoleta, pero un nuevo invento se
materializó en medio de una sociedad cada vez más proclive a defender los
derechos de los pueblos a su libre determinación.
Con la resolución 2625 de la
Asamblea General de la ONU, fruto de la Carta Magna de la descolonización de
1960 y de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de 1966 que por fin
incluyeron en la Declaración Universal de Derechos Humanos la libre
determinación, todos los países con representación en la Asamblea, también los
Estados Occidentales, apoyaron con su firma el 24 de octubre de 1970 la idea de
que la descolonización es necesaria para la autodeterminación, reconocida por
fin como derecho de todos los pueblos que conlleva obligaciones para todos los
Estados. Fue entonces cuando Francia sustituyó el gobierno directo en sus
antiguas colonias por uno formal, en el que de cara a la opinión pública se
percibiera la empatía del que fuera su imperio de no dejar a estos jóvenes
países a su suerte, fomentando lazos de cooperación a través de ayudas. Este
nuevo invento denominado ‘françafrique’
en realidad es una vieja estrategia. Se llama dependencia.
EL PASO POR ÁFRICA DE SARKOZY
COMO CANDIDATO
Casi cuatro décadas después, un
candidato a presidente francés se compromete a acabar con la françafrique si resulta elegido, y “a
terminar de una vez por todas de tratar indistintamente a las democracias y a
las dictaduras” en el continente africano. Era Nicolas Sarkozy, quien ya
ostentaba la presidencia del partido conservador Unión por un Movimiento
Popular (UMP), y que se autoproclamó en este discurso “el amigo de los africanos”.
Era el año 2006, unos meses antes, en la antigua colonia francesa de Benin, en
su papel de ministro del Interior de Francia se encontraba en visita oficial
para promocionar su política de selección de la inmigración, que defendía
combatir la irregularidad migratoria y restringir el derecho de asilo. Habían
pasado ya más de diez años desde la ‘traición’ que dividiera en 1995 el voto
oficialista en el partido neo-gaullista Reagrupamiento para la República (RPR),
en la que Sarkozy se posicionó a favor de la carrera presidencial de Balladur,
con quien había debutado hacía dos años en su Gobierno.
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J. Chirac y N.Sarkozy en los años ochenta.- |
Este abogado, hijo de
un expatriado húngaro, emprendió su recorrido en política de la mano de los
líderes de RPR, Charles de Pasqua y Jaques Chirac, sin embargo, ya como
aspirante a ocupar el Elíseo, su inicio, aunque vertiginoso, quedaba muy lejos,
tanto como su posicionamiento en contra de Chirac. Por ello, no dudaba en
denunciar la política africana de quien era su compañero de partido, un claro
representante de la françafrique que
no dudó en afirmar en una ocasión que “África no está preparada para la
democracia”. Pero su crítica era un tanto peculiar, ya que defendía el fin de
esta política tradicionalmente defensiva de París sobre África y al mismo
tiempo no dudaba en recalcar la actuación positiva que había tenido sobre el
continente africano la colonización francesa: “La verdad es que no han existido
muchas potencias coloniales en el mundo que hayan hecho tanto por la
civilización y el desarrollo y tan poco por la explotación”. En su discurso,
mientras criticaba las tramas de la françafrique,
matizaba: “Ningún país del Norte dedica tanta atención a África como Francia.
Ningún país se toma tan en serio la estabilidad, el desarrollo y el éxito de
los países africanos”. Y esto no se debe, según el entonces candidato Sarkozy,
a los intereses estratégicos que África ofrece. “Debemos dejar de repetir que
Francia se encuentra en África para expoliar los recursos, pues no tenemos
ninguna necesidad económica del continente africano”, a lo que añadía, “Francia
está en África por ambiciones mucho más amistosas”.
Esta doble visión ‘amistosa’ del
ya expresidentes francés se basaba en el control de la situación en función del
territorio donde se desarrollara. Si era en el suyo, a través de políticas que
agilizaban la expulsión de inmigrantes, si era en las antiguas colonias
francesas, el control de que el que hubiera sido su imperio se siguiera
asegurando la mayor parte del pastel. De hecho, durante su campaña electoral,
Sarkozy se refirió a África sólo como una fuente potencial de la inmigración
incontrolada, mientras de cara a la antigua colonia aseguraba que las empresas
galas “Bouygues, Air France o Bolloré no necesitan la diplomacia francesa para
existir y extenderse en África. Si son dinámicas es gracias a la antigüedad de
su implantación, pues creyeron en África mucho antes que la mayoría”. Pero lo
cierto es que, dos años antes de estas declaraciones, en 2005, siendo por aquel
entonces ministro de Economía francés, Sarkozy ofrecía el récord hasta la fecha
de mil millones de euros de subvención a las empresas de Francia instaladas en
Argelia.
UNA DE CAL Y UNA DE ARENA: LA SARKOAFRIQUE

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N.Sarkozy y T.Obiang.- C.Moya, EFE |
Este año Francia renueva la licencia
de explotación de los pozos petrolíferos y pretende conseguir por parte de
Guinea mejores condiciones y una rebaja sustancial del canon fijado. En este
contexto, el pasado 27 de marzo una agencia de prensa filtró a los medios de
comunicación que los jueces Le Loire y Grouman solicitaban orden de arresto
internacional contra Teodoro Meguema Obiang, hijo del presidente guineano, por
malversación de fondos y blanqueo de capitales. Se afirmaba, además, que esa
orden ya había sido aceptada y se ejecutaría de inmediato por la Interpol. Sin
embargo, lo cierto es que la petición de arresto se hizo el día tres de marzo y
aún no tiene respuesta, por lo que, según la legislación francesa, todavía no
es efectiva y no se puede cursar. Es decir, la Interpol no está buscando al
hijo de Obiang. Aún así, Francia ha logrado su objetivo de ejercer presión para
que estas condiciones mejoren. De hecho, en Guinea Ecuatorial se ha desatado
una campaña para apartar a Teodoro Meguema Obiang del poder y dejar paso a
alguno de sus hermanos, más favorables a los intereses galos.
De este modo, la política françafrique no se terminó con Nicolas
Sarkozy. Tanto es así que a principios de marzo de 2010, el jefe del Ejecutivo
en Francia inauguró una conferencia internacional en París dedicada al futuro
de la energía nuclear a la que fueron invitados 65 países, todos árabes y
africanos. Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Jordania, todos ellos
candidatos a adquirir la tecnología gala, enviaron a sus ministros de Energía y
altos funcionarios del Estado.
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N.Sarkozy y A.Wade, expresidente senegalés.- |
Sin embargo, la práctica todavía
estaba por llegar cuando fue recién elegido presidente de la República de Francia.
Entonces, en una visita oficial a Senegal en julio de 2007, retomó su discurso
en contra de la françafrique y durante
una recepción en la Universidad Cheikh Anta Diop, en Dakar, lanzó su propuesta
de crear una nueva política que denominó ‘eurafrique’.
Se trataba de un nuevo marco de relaciones entre África y Europa que vendría a
remplazar la política habitual entre Francia y los países africanos. En
realidad, este nuevo término venía a europeizar la actitud tradicional gala en
el escenario africano, pues el trasfondo de esta nueva propuesta pasaba por
incitar la firma del Acuerdo de Cotonú (2000), estancado en complicadas
negociaciones. En esta nueva alianza entre la Unión Europea y los países de
África, el Caribe y el Pacífico, se pretendía poner fin a treinta años de
preferencias comerciales. Los acuerdos, que son válidos hasta el 2020, aunque
revisables cada cinco años, implican la liberalización de los intercambios
comerciales y la aplicación de reglas reforzadas en ámbitos como competencia e
inversión.
En este contexto, Sarkozy volvió
a seguir su habitual pauta de dar una de cal y una de arena. Mientras defendía
las ventajas de la eurafrique en el
marco de los Acuerdos de Cotonú, instaba a los jóvenes universitarios a dejar
atrás el rencor hacia la colonización. Como argumento, reconocía el “gran
error” ya pagado por quienes vieron derrumbarse el sueño imperial. De este
modo, admitía que los colonizadores cometieron crímenes y saquearon el
continente, pero también “dieron” construyendo infraestructuras, aportando una
cultura. Como colofón, el ya expresidentes francés añadía: Es “la civilización
musulmana, la cristiandad, la colonización, más allá de los crímenes y faltas
que fueron cometidas en su nombre, y que no son excusables, las que abrieron
los corazones y las mentalidades africanas a lo universal y a la historia”.
Por supuesto, estas declaraciones
no llegaron a ser resaltadas por el foco informativo occidental, pero la prensa
africana no dejó que pasara desapercibido. En el periódico Walf Fadjri, El Hadj
Amidou Diallo respondía a las declaraciones del entonces jefe del Ejecutivo
galo que sí “construyeron carreteras y puertos, pero para exportar mejor las
riquezas; hospitales, para que la producción no se interrumpiera; y escuelas,
para disponer de cuadros con los que mantener el sistema colonial”.
De este discurso en Senegal,
llama también la atención que quien promoviera la restricción selectiva de
inmigrantes como ministro de Interior francés, afirmara que “las civilizaciones
son grandes en la medida de su participación en el gran mestizaje del espíritu
humano. La debilidad de África, que ha conocido en su suelo tantas
civilizaciones brillantes, fue que durante mucho tiempo no participó lo
suficiente en este gran mestizaje. África ha pagado caro esta desvinculación
del mundo que la ha vuelto tan vulnerable”. Palabras que chocan con una
plataforma presidencial que le llevó al Elíseo, donde apelaba a prestar más
atención al control de los flujos migratorios.
Como uno de los artesanos de la
UMP, proyecto partidista que aglutinó al grueso del centro-derecha francés y
que trascendió el viejo gaullismo social con la plena aceptación de los
planteamientos liberales, es difícil entender la escasa trascendencia de este
planteamiento. Sobre todo, cuando hace un año que el parlamento francés aprobó
la quinta Ley de inmigración redactada en el país desde 2003, tres años después
de que comenzara en Europa el fenómeno de la inmigración irregular. En este
texto, que fue votado en contra por la izquierda, se endurecen las condiciones
de acogida de las personas extranjeras sin papeles en suelo francés, hasta el
punto de que modifica una
norma que obligaba al Estado a acoger a los inmigrantes enfermos que no
pudieran hacer frente a su curación en su país de origen. Ahora, París precisa
que solo se acogerá a aquellos inmigrantes cuyo medicamento no exista en el
país del que vienen. Además, esta ley también establece "zonas de espera
especial", campos delimitados que se habilitarán en situaciones en que
exista una gran y repentina afluencia de inmigrantes irregulares a fin de
facilitar su expulsión.
En relación al mestizaje del que
hacía bandera Sarkozy en suelo senegalés, también llama la atención el veo al
burka que entró en vigor hace algo más de un año en Francia. La legislación que oficialmente prohibe
"disimular el rostro" en todo el espacio público fue aprobada por el
Parlamento en otoño de 2010. El Gobierno había previsto un periodo transitorio
de seis meses antes de su aplicación. La ley prevé una multa de 150 euros y/o
un cursillo de ciudadanía para quienes usen la prenda y se aplica en todo el
espacio público, incluida la calle. En el caso de quienes obligan a llevar el
velo integral, la sanción es de hasta un año de cárcel y 30.000 euros de multa.
Se estima que algo menos de 2.000 mujeres visten un burka o un niqab en Francia, donde viven entre cuatro y
seis millones de musulmanes.
Cuando ostentaba la candidatura a
la presidencia francesa como cabeza de lista de UMP, Nicolas Sarkozy defendía
una ruptura de la tradicional relación galoafricana: El fin de la françafrique y del trato interesadamente
igualitario entre las democracias y las dictaduras en el continente africano.
Ni una cosa ni la otra.
Después de todas las
informaciones que han surgido acerca de la supuesta financiación del régimen de
Muamar Gadafi a la campaña de Sarkozy en 2007, nuevos noticias se han publicado
en los medios, sin mucha trascendencia, sobre otras posibles irregularidades en
el entorno del expresidentes galo a sólo tres días de la segunda vuelta de los
comicios. Esta vez, se trata del
presunto uso de cierta presión judicial a mandatarios africanos para que
colaboren con los gastos de la campaña y que está vinculada al caso guineano de
la presión en las condiciones de renovación de las extracciones de petróleo de
las compañías francesas.
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N.Sarkozy y D.Sassou Nguesso.- |
Aunque ha salido ahora a la luz,
este nuevo caso se remonta a marzo de 2007, cuando Daniel Lebègue, un hombre que
ha llevado a cabo tareas oficiales para el Estado francés, interpuso una
demanda en nombre de Transparency International contra el presidente de Gabón,
Omar Bongo, el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, y el mandatario
de la República Democrática del Congo, Denis Sassou Nguesso, bajo la acusación
de "ocultamiento y malversación de fondos públicos". Finalmente,
Lebègue cambió de opinión y solo la mantuvo activa contra el hijo mayor del presidente
de Guinea Ecuatorial. Las causas para que se olvidara de Gabón y del Congo no
han sido del todo transparentes, pero es un hecho la presión que Francia está
ejerciendo sobre Guinea para que mejore las condiciones de explotación de
petróleo. Además, el presidente Obiang lleva tiempo mostrando pública simpatía
por el socialdemócrata François Hollande y se ha negado a colaborar
generosamente a los fondos de los partidos políticos en las últimas campañas a
las elecciones generales, como si parece haberlo hecho el Congo, Gabón y otros
países francófonos más receptivos a estas sugerencias.
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N.Sarkozy y O.Bongo.- AFP |
¿Y AHORA?
Tras cinco años de mandato del
partido conservador UMP, el pueblo galo ha
optado por no conceder a Sarkozy una segunda oportunidad como presidente con un
porcentaje de votos de 48.38 por ciento en la segunda vuelta de las elecciones.
Es el síndrome de la cabeza de turco, que azota a los gobiernos de Europa tras
la crisis económica que comenzó en Estados Unidos en 2008, y a la que el
electorado parece aplicar, a la luz de los resultados que uno a uno se han ido
alcanzado en los distintos procesos electorales del continente, el refrán de
‘se recoge lo que se siembra’. De este modo, el argumento del voto parece no
ser tanto la ideología política como el cambio.
No
es así, sin embargo, como se percibe desde África. El medio de comunicación
digital Mundo Negro, cita a un periódico de Burkina Faso que recoge la
impresión de los africanos de que serían “muy ingenuos si creemos que con los
socialistas en el poder nuestros lazos en el país van a mejor”, pero añade más
adelante que ni Hollande, ni sus antecesores son expertos en África, por lo que
no han tenido contacto con la realidad del continente, lo cual interpretan con
un optimismo prudente: “Esto genera una gran incógnita, pero al mismo tiempo un
punto positivo, ya que los africanos no tienen ningún precepto negativo en
contra de él”. Según esta publicación, lo que el pueblo africano espera del
nuevo líder francés es “un cambio rápido en las relaciones diplomáticas y las
medidas correctivas en el sector empresarial, para una mayor justicia económica
a favor del continente”.
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F.Hollande y N.Sarkozy.- REUTERS |
No podemos afirmar si la françafrique sufrirá algún cambio que
por una vez resulte favorable a África, tampoco conocemos que pretende hacer el
nuevo Ejecutivo socialista con la ley de Inmigración, todo esto está por venir.
O no. Pero lo que sí es bastante probable, aunque mucho menos necesario, es que
con la victoria de Hollande y el cambio de gobierno en Francia, se pueda
producir una investigación independiente y no controlada por el aparato del
partido de Sarkozy, que pueda aclarar si hay algo de cierto en los escándalos
de financiación irregular y los métodos poco ortodoxos sobre el gabinete
político del anterior presidente galo.
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